Sta. Gema siempre se
vistió modestamente. Su vestido era de lo más simple,
y consistía de un traje de lana negra, con una capa del mismo
color y material, y un sombrero de paja negro. Ningún puño,
ningún collar ni corchete, ningún ornamento de ninguna
clase, ni flores ni cambios adicionales a su sombrero. Esa era la
única manera en que ella se vestía, en el invierno
y en el verano, en festivales y en días ordinarios, y no
se ponía de ninguna otra.
En su diario, Sta. Gema
escribió "Recuerdo bien una occasion. Me dieron un reloj
de oro y, siendo vana, apenas aguanté a ponérmelo
al salir. Cuando regresé y commence a quitármelo,
vi a un ángel (que ahora sé que era mi ángel
de la guarda) que me dijo seriamente: "Recuerda que los adornos
precioso de una prometida de Cristo no pueden ser otros que las
espinas y la cruz" Después de meditar me hice este propósito:
por amor a Jesús y para agradarle, no me pondré ni
hablaré de cosas que lleven a la vanidad. Aún tenía
un anillo en el dedo; incluso ése me lo quité, y desde
ese día nunca más me he vuelto a poner nada de ese
tipo".
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