Después de la muerte
de Gema, las monjas que la cuidaron se hicieron cargo de su cuerpo.
A sugerencia que conocía bien sus deseos de ser pasionista, Gema
fue bestida de café y se le puso en el pecho la insignia del Instituto
Pasionista. También un crucifijo le fue colocado en las manos. Un
sacerdote que estaba presente declaró: "Gema bendita, que supo cómo
vivir como un ángel y muere como una santa".
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